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Juan García Ábrego, el violento y supersticioso “Barón de las Drogas” y líder del Cártel del Golfo

- mayo 22, 2018



A la plaza de la colonia Reserva Territorial Campestre llegó el Gobernador Egidio Torre Cantú acompañado de una comitiva que encabezaba el alcalde de Reynosa, José Elías Leal. Estaba allí para inaugurar 8 calles recién cubiertas con concreto hidráulico. Una se llamará Juan Nepomuceno Guerra, en honor al “Padrino”, el más famoso contrabandista de whisky y tequila del estado desde los años 30, que mudó al tráfico de drogas en los años 60 y puso la primera piedra del poderoso Cártel de Golfo: la herencia que dejó en manos de su sobrino Juan García Ábrego, conocido como “El Barón de las Drogas”.

Como casi todas las historias de los más antiguos cárteles en México, el relato de familia es el hilo que traza el camino de los grandes capos mexicanos de la droga. Abrego es uno de ellos. El poder que alcanzó este narcotraficante en Tamaulipas en los años 80 y 90, estuvo precedido por el control que ya ejercía su tío Nepomuceno en el estado, sobre toda la clase política local y más allá.

“Capo desde su juventud, el viejo Nepomuceno Guerra era respetado por los políticos tamaulipecos. Aseguran que quien quería ser gobernador de Tamaulipas primero debía pactar con el llamado ‘Padrino de la Mafia’. Así era en esos tiempos y así sigue siendo. Es una regla hasta ahora respetada por los mafiosos en el poder”, escribió el periodista Ricardo Ravelo.

La influencia y el poder que Juan N. Guerra cultivó a lo largo de 5 décadas de actividades ilícitas en Tamaulipas las heredó Ábrego para hacer del Cártel del Golfo una de las organizaciones criminales más poderosas en México, con operaciones en al menos 6 países, responsable del tráfico de al menos 20 por ciento de la cocaína que entraba a Estados Unidos y ganancias que rondaban los 200 millones de dólares al año, según cálculos de las autoridades estadounidenses.



DEL CONTRABANDO A LAS DROGAS

Juan Nepomuceno Guerra había comenzado en el contrabando de alcohol desde los 14 años, junto con sus hermanos Arturo y Roberto, en la época de la Ley Seca en Estados Unidos (la Ley Volstead). A otro lado de la frontera llevaban tequila y wisky, y de regreso traían dólares, electrodomésticos, llantas y otros artículos.

Para finales los años 30, cuando la Ley Seca ya había sido derogada en EU, agregó a su negocio las casas de apuestas, el robo de autos, el tráfico de indocumentados, la compraventa de armas y, después, el tráfico de marihuana y “adormidera”, como llamaban entonces al opio.



Tamaulipas no podía competir con Sinaloa en la cosecha de marihuana y amapola, pero había suficiente para surtir el incipiente negocio que Guerra inauguraba apenas cumplidos los 30 años.

A partir de ese momento comenzó a tejer una amplia red de influencia política que traspasó las fronteras de su estado y alcanzó a la más alta esfera del poder político mexicano. Con su cobijo, se convirtió en uno de los hombres más poderosos de Tamaulipas. Su influencia era tanta, que en 1963 colocó a su hermano Roberto Guerra como jefe de la Oficina del Fiscal del estado. Luego el hijo de éste, también de nombre Roberto, fue alcalde de Matamoros en 1984.

Los vínculos de Nepomuceno con el poder le garantizaron impunidad en sus negocios ilícitos y en otros crímenes. Casado con una actriz de nombre Gloria Landeros, dicen que la mató a balazos por celos cuando la encontró hablando con otro hombre. El juez, sin embargo, determinó que había sido un “terrible accidente”. Luego, en su legendario bar Piedras Negras, de Matamoros, mató a un comandante de Aduanas de nombre Octavio Villa Coss, hijo del legendario general Francisco Villa. Tampoco hubo consecuencias. Nepomuceno pasó sólo unas horas tras las rejas, mientras arreglaba el pago a uno de sus colaboradores para que asumiera la culpa.

Para entonces, “El Padrino” ya tenía a su lado a su sobrino Juan García Ábrego, a cargo de alguno de sus negocios. Dicen que fue él quien lo convenció de entrar al negocio de la cocaína como socios del cartel de Cali, de los hermanos Rodríguez Orejuela. A Nepomuceno no le convencía la idea porque consideraba que ponía su nombre en la mira de las autoridades de Estados Unidos, pero la oferta de los colombianos lo tentó: 50 por ciento de las ganancias por ayudarlos a pasar la cocaína por la frontera de Texas. Para entonces, Colombia ya era el epicentro del tráfico de drogas y los cárteles sumaban cada vez más pérdidas por las rutas del Caribe.

Nepomuceno aceptó el trato y dejo en manos de Ábrego el negocio, que muy pronto se convirtió en la más rentable de sus empresas criminales y en el origen del llamado Cártel de Tamaulipas, el primero que traspasó las fronteras al comercializar droga en al menos 6 países.

VIOLENTO Y SUPERSTICIOSO

Juan García Abrego nació el 13 e septiembre de 1944 en el rancho La Puerta, de Matamoros, en Tamaulipas. Hijo de agricultores, apenas terminó la secundaria para dedicarse al campo, como su familia, y luego trabajar para su tío Nepomuceno.

Por razones desconocidas consiguió la nacionalidad estadounidense en 1965. De acuerdo con el expediente que de él guardan las autoridades de Estados Unidos, en el condado de Cameron, en Texas, había incluso una fe bautismal a su nombre.

La doble nacionalidad jugó a su favor a la hora de incursionar en el tráfico de drogas, pues le facilitó el cruce de la frontera para sus negocios. Pero también propició una acelerada extradición a Estados Unidos cuando fue detenido en 1996.

De la mano de su tío Nepomuceno, se inició muy joven en el robo de autos, el tráfico de marihuana y, después, de cocaína. De su carácter violento se supo muy pronto dentro de la organización, cuando mandó asesinar al ex novio de una de sus amantes porque la seguía frecuentando, y al novio de una de sus hermanas al que le había prohibido buscarla. También dicen que mandó matar a un técnico que instaló mal el aire acondicionado de su casa… Leyendas de capo. Como aquellas que aseguran que sólo mandaba matar los días 17 por superstición, o que protegía a un grupo de narcotraficantes llamados los “narcosatánicos”, que supuestamente realizaban sacrificios humanos, según la información conocida luego de su detención en 1989.

En su negocio mandó a matar a uno de los más poderosos narcotraficantes de Tamaulipas, Casimiro Espinoza Campo, “El Cacho”, con quien se dividía el control del tráfico de cocaína para su cártel. Pero Ábrego quería todo el poder y lo mandó asesinar. Tamaulipas era todo suyo: paseaba, se exhibía en los partidos de béisbol, a bordo de sus lujosos automóviles, acompañado siempre de sus sicarios y sus mujeres, aunque siempre rehuyó la foto pública.

A su tío Nepomuceno no le gustaban “sus modos”, pero lo dejaba hacer. El negocio ya era suyo y bajo su mando el cártel de Matamoros se extendió y se convirtió en una poderosa organización criminal que tomó el nombre del Cártel del Golfo.

De acuerdo con el investigador Eduardo Guerrero, experto en seguridad, el éxito de su organización se debió a que aprovechó tres activos. “El primero de ellos es la privilegiada ubicación geográfica de Tamaulipas: una larga frontera con Estados Unidos y cuatro de los cruces fronterizos más activos del país (Matamoros, Miguel Alemán, Nuevo Laredo y Reynosa); posee una extensa franja costera escasamente vigilada y es el punto más cercano entre Estados Unidos y los puertos del Pacífico y la frontera sur. El segundo activo fue la sólida red de complicidad con autoridades de todos los niveles que su tío construyó durante cinco décadas. Y el tercero fue que García Ábrego compensó la desventaja de que Tamaulipas no fuera un gran productor de drogas por medio de un acuerdo altamente provechoso con los colombianos”.fo
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